CRÍTICA DE LA OBRA. EN: http://pasaporteteatralsantafe.blogspot.com.ar
(Paraná- La hendija. Sala experimental 2. Vista: sábado 20-Abril-2013)
-“Conjugar el verbo amar”-
“Nosotros”.
Vaya conjugación difícil de lograr. Tiene que haber un Yo, Tu, Él/Ella
antes. Y como sucede con cualquier cosa en la vida, no se puede dar un
paso antes de haber dado otro. O como suelen decir algunos maestros de
teatro a sus alumnos “Actuar es como cruzar de una orilla a la otra del
río a pie: las piedras donde pisar van apareciendo a medida que uno
avanza hacia el otro lado”. De todas formas, la metáfora sirve para
describir no solo el trabajo de un actor en la construcción de la
escena, sino también en algún que otro aspecto de la vida de cualquiera.
Como en las relaciones de pareja, por ejemplo. Quien no se preguntó
alguna vez ¿Cómo unir el YO con el TU para hablar de NOSOTROS?
“En la tierna calma de tus brazos”-ritornello de amor desencajado-, del
grupo Mojiganga con dirección de Claudia Zaragoza, es una prueba, un
ejercicio, una búsqueda, un anhelo de encontrar las respuestas huidizas
en ese río constante de preguntas que los personajes intentarán cruzar
solo para quedar varados una y otra vez en el mismo lugar en el que
comenzaron: alguna piedra rodeada de agua entre las costas llamadas Deseo y Amor.
En
la penumbra de un bar o un café, con sus lámparas colgantes de pantalla
cuadrada y su típica mesa de reunión, con un guitarrista solitario que
entona algunos acordes nostálgicos como recibimiento, será donde se
reúnan, por esas circunstancias de la vida, cuatro personajes, que con
el devenir de las situaciones se verán interpelados por las profundas
contradicciones de su vida, signadas siempre por la oposición entre sus
deseos y el de los demás: me quiere/no me quiere, me entiende/no me entiende, le pregunto/no responde, la deseo/ me rechaza, la amo/ella me abandona.
Tres
hombres y una mujer. Ella, eluno, eldos y eltres. Se preguntarán sobre
las mismas cosas o divagarán en fantasías donde la ausencia del ser
amado se confundirá con la intervención física de algunos de sus objetos
de deseo. Querrán lo mismo o diferentes cosas. Serán uno solo o seres
independientes. Los tres la perseguirán a ella o ella los azuzará con
reproches. Se perderán. Se encontrarán. Se volverán a perder. Se
ahogarán con sus intrigas. Tendrán las respuestas. Las dejarán ir.
Notarán que nunca cruzaron al otro lado.
Será este constante ritornello o
retornar casi al mismo lugar (físico o emocional) luego de haber
avanzado (como un espiral horizontal) la dinámica a partir de la que los
actores construyen los distintos relatos. Así como también el mundo
sensible de sus personajes revisitando sus recuerdos, sensaciones e
imágenes para volver una y otra vez sobre sus palabras o acciones.
El absurdo con alguno de sus procedimientos, tales como la incomunicación o el desdoblamiento de personajes (todos somos uno o yo soy todos)
aparecen en la obra como la idea ordenadora más presente, tanto desde
el trabajo textual como en el registro actoral, mixturada con algunas
nociones lingüísticas -filosóficas (el hombre es definido por el
lenguaje y la palabra; el signo como representación de algo más que no
está completamente presente al nombrarlo).
Serán
estos resortes los que generarán en los personajes el desasosiego, la
presencia de la pérdida, la ausencia del ser amado, la distancia abismal
entre la pregunta y su respuesta, lo que los lleva a reflexionar que “solo los enamorados y los niños tienen el corazón oprimido”
El amor mitológico.-
Zaragoza
realiza un trabajo de dramaturgia a partir de lo que ella propone como
“inspiraciones” y “retomar ideas” del texto de Roland Barthés llamado “Fragmentos de un discurso amoroso” donde
este reflexiona acerca de la intelectualización de sentimientos tan
complejos como el amor y el deseo, y todo lo que ellos traen implicado.
En esta reescritura, aparecen también referencias a otros textos previos
de la directora, como “la esquiva ballena blanca”, o historias
legendarias como la del “holandés errante”, haciendo aparecer así lo
mitológico y universal del problema.
Una frase del texto de Barthes versa: “Hay
una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un
trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y
provocar todos los afectos de un pequeño duelo, lo cual se representa,
por lo tanto, como una pieza del teatro”.
Tiene
sentido entonces hablar de una poética de la espera como ese
espacio-tiempo dinámico en el que discurren estos personajes al
ubicarse, por momentos, en el aquí y ahora para contar sus penas, y por
otros, fugarse a otros mundos (¿el de la memoria? ¿El del anhelo?) para
vivirlas (o revivirlas), teniendo como excusa la búsqueda de aquello
perdido que los completaría. Como un círculo que no se puede cerrar.
La articulación de lo anterior y el principio de oposición (o binomio fantástico, como
lo catalogó Gianni Rodari) da como resultado una puesta que avanza a
partir de la reflexión sobre lo disímil (relato textual), la
multiplicación y reproducción de signos (relato escénico), y la
construcción de sentidos en torno al universo que se abre entre el yo y los otros (relato
actoral), haciendo aparecer como "destacado" el momento donde
finalmente pueden dar alivio a sus anhelos a través de la explosión de
los tres relatos en uno solo de gran intensidad que surge con la
palabra Fetiche al encontrase físicamente los personajes con objetos del deseo que los acercan simbólicamente a su ser amado.
Fetiche, fetichismo, fetiché, fetidez.
Acepciones y asociación libre de una misma palabra. Como si se
intentara unir Amor y deseo: se terminaría hablando siempre de otra
cosa. Amor no es deseo. Deseo no es pareja. Pareja no es perfecto amor.
Sería más como dice Barthés: “(…) un poco de prohibición, mucho de juego; señalar el deseo y después dejarlo”.